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Genre hoppers

 

La generación que ha borrado las líneas entre los géneros musicales.

 

La historia de la música moderna ha vivido grandes cambios gracias a la evolución de las plataformas comerciales, los modelos de distribución, la innovación tecnológica y por supuesto, a la obra de grandes visionarios como Prince, David Bowie y Lou Reed.

 

Con el nacimiento de los más inimaginables géneros musicales, representativos de la cultura popular de los últimos años -como el seapunk, el glo-fi, el vaporwave, el chillwave y el witch house, entre los más de 1,300 registrados en el mapa interactivo, creado por The Echo Nest-, se ha descubierto una nueva dinámica global entre los artistas y los fanáticos de la música; una que no solo involucra la exploración de formatos conceptuales y estéticos, sino la construcción de una identidad post física a partir del sonido que da testimonio en línea sobre la relevancia de las nuevas tendencias.

 

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En el espectro mainstream encontramos la meteórica transformación de Justin Bieber -en un ícono de nuestros tiempos- con su álbum “Purpose” y producciones inspiradas por el hip hop y el dubstep como “Where Are Ü Now” junto a Diplo y Skrillex. Además, en 2015 fuimos testigos del impredecible trayecto de Miley Cyrus sobre el territorio del rock psicodélico en su impresión “Miley Cyrus & Her Dead Petz”, de la mano de Wayne Coyne de The Flaming Lips.

 

 

Si hablamos del circuito underground, encontraremos proyectos que han basado su trabajo en la mutación de la música pop, a través de diversas influencias sónicas, como Oneohtrix Point Never (en su híbrido de synth y cyber metal “Garden Of Delete”) y FKA twigs (autora de seductoras deconstrucciones que saltan entre el dance, el ballroom y el R&B).

 

Sin embargo, lo que hoy se afirma como un fenómeno disruptivo, en el cual los límites entre los géneros musicales han sido desdibujados, descubre la memoria de décadas pasadas cuando los prejuicios sociales y raciales eran el estandarte común para rechazar otras formas de expresión musical. Recordamos la infame confrontación de dos géneros cuya genealogía siempre apuntó a una misma raíz en los ritmos africanos y afroamericanos: el rock & roll y la música disco, representada por el Disco Demolition Night en 1979, donde se dinamitaron más de 20,000 discos de artistas como Donna Summer y Gloria Gaynor, tras un juego de béisbol, celebrado en Chicago, Illinois.

 

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A pesar de estos antagonismos, en cada generación han existido pioneros que desafiaron los paradigmas performáticos, sonoros y estilísticos, como David Bowie. El genre hopper por excelencia. El rockstar más influyente sobre la formación de varios géneros, pues entre su legado discográfico destacan su incursión en el glam rock con “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”; la reinterpretación del folk con el álbum “Space Oddity” y exploraciones electrónicas avant-garde como “Low”.

 

Hoy, el fenómeno del genre-bending lo podemos ilustrar con el ecléctico catálogo musical de mujeres como Sia y Rihanna. La primera ha perfeccionado su cátedra para transitar entre dos mundos: el alternativo -que guarda los secretos trip hop de su pasado en Zero 7- y el que habita junto a sus exitosos himnos pop como “Chandelier”. Por su parte, RiRi ha logrado desvelar el lado opuesto de la fórmula pop para crear un clásico de culto titulado “Anti”, hidratado en ritmos poco explorados durante su carrera como el doo-woop, el downtempo y el gospel.

 

 

En respuesta a las necesidades de la generación millennial y la cultura URL, las empresas de streaming y las plataformas de difusión musical han cambiado sus estructuras. Youtube, Apple Music, Tidal y Spotify ofrecen listas de reproducción curadas bajo un algoritmo específico, basado en el consumo cotidiano. Playlists multi-genéricos que conforman el soundtrack de nuestra vida. Un concepto que nos recuerda la ética y proceso artístico de la artista canadiense Grimes, quien de forma abierta ha reconocido el valor emotivo de sus principales influencias -el k-pop y la música de Mariah Carey- para la realización de las gemas art pop “Halfaxa” y “Art Angels”.

 

En el terreno de la música emergente encontramos correspondencia en las producciones del minimalista londinense Palmistry -quien combina la música pop y la música electrónica con elementos extraídos del reggaeton y el dancehall- y en las esculturas R&B de Kelela (informadas por el jazz, el house y los temas de Aaliyah y Janet Jackson). Ambos artistas, pioneros de una generación genre-less que ha moldeado la perspectiva de tastemakers y medios periodísticos especializados.

 

 

Cada vez será más fácil escuchar el resultado de las uniones creativas más inesperadas entre shapeshifters de distintas fronteras como Baauer, M.I.A. y G-Dragon. Con el desarrollo de colectivos transatlánticos y la integración de residencias en estaciones de radio globales (encabezadas por Beats 1), las nuevas camadas de artistas se alejaron de los modelos tradicionales e instauraron un lenguaje que ofrece inclusividad y libertad creativa.

 

 

Nuestros hábitos de apreciación musical han sido moldeados por el contexto y la conectividad. En el camino, nos convertimos en la principal influencia de nuestros amigos, y ellos en la nuestra. Hemos descubierto y resignificado la música, sin importar su origen; encontramos un sitio común para lo viejo, lo nuevo y el gusto culposo.

Texto colaboración de Miguel Ángel Correa