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Kendrick Lamar: Raw. Untitled. Unmastered.

El tastemaker californiano Kendrick Lamar y la genialidad de un clásico instantáneo del hip hop como “untitled unmastered.”

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En 2012, la publicación “good Kid, m.A.A.d city” de Kendrick Lamar reafirmó el impacto e influencia del hip hop en la cultura pop de nuestros días; un álbum conceptual para Top Dawg Entertainment que narra la rivalidad entre pandillas y la búsqueda incansable de una chica llamada Sherane.

 

Más adelante, el MC originario de Compton, Los Angeles, California, tomaría de inspiración su viaje a Sudáfrica y la historia de la cultura afroamericana para facturar el follow-up de su exitoso debut, como uno de los testamentos de afrofuturismo más aclamados por la crítica titulado “To Pimp A Butterfly” en 2015. La impresión exhibió a detalle el compromiso del artista con temas de alta carga política, relacionados con la desigualdad social y la brutalidad policiaca.

 

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A partir de himnos como “Blacker The Berry” y “Alright” dibujó paralelismos entre la historia de opresión, violencia y exclusión en el continente africano y la infravaloración racial que, hasta la fecha, persiste a lo largo de Estados Unidos; Kendrick se convirtió en una especie de predicador con la virtud de la empatía y un gran catálogo musical de clásicos modernos. Nos ha conmovido con actuaciones poderosas, como en la reciente entrega de los Grammys, en la que fue reconocido con once nominaciones y cinco premios, entre ellos, al mejor álbum de rap.

 

Fue de las sesiones de grabación de “To Pimp A Butterfly” que surgió el sorpresivo “untitled unmastered.”, compuesto por ocho exuberantes demos inéditos, inconclusos y sin filtro -asistidos por productores como Swizz Beatz, Hit-Boy, Nard&B, DJ Spinz y DJ Khalil; además de vocalistas como SZA y Cee Lo Green– en los cuales es evidente la pasión del rapero por la música soul, los clásicos del jazz y el funk.

 

En medio del torbellino causado por “The Life Of Pablo”, de Kanye West, resulta inevitable resaltar los contrastes en el trabajo de ambos artistas. Por una parte, West persigue la aceptación de una obra fundada en el ego, el monopolio y la controversia; en tanto, Lamar opta por la crudeza y la simplicidad de un documento que habla sobre calidad, libertad creativa y efectividad; sin exclusividad, sin promoción y disponible en todas las plataformas musicales.

 

La introspección y psicodelia de “untitled unmastered.” nos hablan de las experiencias culturales y espirituales del también conocido como K. Dot; de sus motivaciones e identidad. Podemos descubrir a un personaje que lo mismo encarna el estilo callejero como la sofisticación de un A-lister del rap en la portada de la revista GQ; un disrupter toda la extensión de la palabra.

 

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Es célebre su colaboración con Reebok: tenemos una primer reinterpretación de la silueta Ventilator (2015) que hace un llamado a la paz entre las pandillas más prominentes de su natal Compton: los Bloods y los Crips; así como una segunda participación para Primavera-Verano 2016 donde su versión de los Reebok Classic Leather continúan extendiendo el mismo mensaje de neutralidad por las calles.  

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Esta imagen que ha consolidado en su ascendente trayectoria es tan pulcra y elegante como su obra; de ahí que fuera reclutado para la campaña publicitaria de Calvin Klein SS16 “#mycalvins”; orientada a la generación millennial junto a figuras como Fetty Wap, Justin Bieber y Joey Bada$$.

 

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Kendrick es un hombre de gustos sencillos, rara vez lo veremos usando joyería. Es fanático de los hoodies, las caps, las camisetas lisas, los sneakers y la mezclilla; da prioridad a la comodidad sobre la expresión del glamour.

 

La complejidad de sus narraciones sonoras, su punto de vista revolucionario y conexión con el público lo sitúan como uno de los tastemakers con mayor reputación; Kendrick Lamar actúa como un vocero y agente del cambio social, en tanto da vida a proyectos musicales sustanciosos y desecha los convencionalismos del mainstream.

 

Texto colaboración de Miguel Ángel Correa