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Moda de celebridades

¿Qué tanto benefician estas nuevas etiquetas a la industria de la moda?

A simple vista podríamos considerar estos productos como un atajo; el carril de alta velocidad de una carrera en declive hacia el jugoso esquema de producción masiva con altas utilidades. Pero es mucho más que eso.

Hace un par de años, Tracy Taylor, editora de net-a-porter.com EEUU dijo:

“I almost think it’s more difficult for a celebrity to launch a clothing line. Not only are the eyes of the customer on them, but the eyes of this rarified group that almost is unattainable for celebrities and that’s to be a fashion designer.”

Y es cierto. La brecha entre los diseñadores de alta costura y las meras celebridades sigue siendo un obstáculo; nada que asientos de primera fila en desfiles, accesos a exclusivas fiestas o un título de Parsons no puedan reducir.

 

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Cada emprendimiento de las celebridades en la moda lleva consigo un estereotipo ganado a pulso por su trabajo; en serio, ¿quién querría comprarle playeras a Hasselhoff?, lo que nos lleva a una segunda pregunta, ¿de qué depende el éxito o fracaso de este emprendimiento?

 

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Hace un par de décadas no importaba si sustituías la lata de Pepsi por una de Coca-Cola en el video de Madonna “Like a Prayer”, ahora todo requiere un poco más de sustancia, y sobre todo sinceridad.

 

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Estas etiquetas están plagadas de músicos soñadores (o avaros) y, considerando que hace mucho que MTV dejó de ser un canal de música, todo lo que escuchamos y vemos en pantalla, es ya un product placement. Sobre todo en el mundo del rap; trata de recordar la letra de alguna canción sin tropezarte con alguna marca.

Por cada Lil’ Wayne o  C-List Celeb de Jersey Shore, hay un erudito empresario como Jay-Z, quien desde hace un par de años encabeza la lista del mercado masculino de las etiquetas de celebridades con ventas anuales que superan los $700 millones de dólares.

 

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P.Diddy, quién en algún tiempo tuvo que vender su avión, fue el creador de la línea de ropa Sean John que en sólo 6 años cerró ventas anuales arriba de $250 millones de dólares.


Para bien o para mal, estas marcas mantienen la rueda girando, hablando económicamente, generan miles de empleos que se traducen en beneficios para proveedores y sustentan microeconomías (sin contar la oferta de estilos para los consumidores finales).

Lo puramente maquiavélico que podemos encontrar podría ser una estrategia detrás de alguna prenda que sea producto de un endorsement. Algún plan fríamente calculado y relacionada con las tiendas de retail y el starpower de la celebridad que da la cara.

 

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Al final debemos tener en cuenta que estas marcas nacieron con la etiqueta de “celebridades” y esperar mucho de ellas sería mentirnos a nosotros mismos. Basta con justificar nuestra compra con “la buena calidad de la tela” o “lo atrevido el diseño” si se trata de un capricho.

Hasta ahora podemos vivir soportando propuestas de moda de personas que caen en la categoría de famous for being famous, pero queremos ver al equivalente masculino de Mary-Kate y Ashley Olsen descartando su carrera en la pantalla chica y conformándose con un par de cameos cada década en alguna chick flick y un imperio de ropa con valor de $1 billón de dólares.

Checa nuestro texto sobre lo que Kanye West verdaderamente tiene para ofrecer a la industria de la moda.

 

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Información vía ForbesBusiness Insider y Business Of Fashion.

Imágenes vía COMPLEX

Texto colaboración Rodrigo Herrera