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El declive de Twitter/X: de plaza pública a caos
Por ahí de 2009, Twitter comenzaba a consolidarse como el espacio de conversación en tiempo real por excelencia. Funcionaba como una plaza pública digital donde periodistas, académicos, políticos y ciudadanos discutían sobre lo que ocurría en el mundo. Con los años, las reglas de moderación y los algoritmos moldearon la experiencia del usuario, tratando de hacerla más segura y relevante, pero experimentando indiscriminadamente con la experiencia de usuario.
Con la llegada de Musk, la plataforma dio un giro bastante drástico en cuanto al tipo de contenido que está permitido tanto en video como en texto. La moderación de contenido se redujo drásticamente, eliminando equipos clave y reemplazándolos con un sistema de “notas de la comunidad” que, aunque útil en algunos casos, no es lo suficientemente rápido ni preciso para frenar la desinformación. Esto ha hecho de X un espacio cada vez más hostil para muchas comunidades.
Redes como Reddit han demostrado que la moderación comunitaria puede funcionar si hay reglas claras y moderadores comprometidos. Pero en X, la falta de estructura ha generado un ecosistema en el que el discurso extremista y la desinformación se difunden sin freno.
¿Por qué sigue existiendo X?
La respuesta está en su función más allá de ser una red social. X ha dejado de ser un negocio basado en la publicidad o la experiencia del usuario. Musk no necesita que X sea rentable como plataforma de redes sociales, sino que le sirva para otros intereses: mantener su influencia política, fortalecer la reputación de sus otras empresas (Tesla, SpaceX, Neuralink) y crear un ecosistema donde sus aliados tengan un canal de comunicación sin intermediarios.
Esto explica por qué la moderación no es una prioridad. Para un negocio tradicional, el discurso de odio sería un problema porque ahuyenta anunciantes y usuarios (él mismo ha mandado al carajo a los anunciantes). Pero en X, la tolerancia a estos discursos sirve para consolidar una base de seguidores alineados con una visión ideológica específica.
¿Cómo respondemos a este cambio?
El abandono de X por parte de gobiernos, empresas y usuarios es una señal clara de que se necesitan nuevas alternativas. Sin embargo, una solución más allá de migrar a otra red, es repensar cómo queremos que funcionen las redes sociales y comenzar a usar las redes de una manera diferente:
• Transparencia y responsabilidad: Las plataformas deben comprometerse con la moderación efectiva sin caer en censura arbitraria. Y nosotros debemos leer las letras chiquitas de las políticas.
• Modelos sostenibles: Dependemos de algoritmos diseñados para maximizar la retención de usuarios, pero ¿qué pasaría si priorizáramos la confianza y la calidad de la información? ¿Con que redes nos quedamos, quienes están en esas redes?
• Nuevos espacios de conversación: Ya no podemos depender de una sola plataforma para el debate público. La diversificación es clave.
Las redes sociales nunca volverán a ser lo que fueron, y tampoco nosotros como usuarios. El declive de X es solo un síntoma de un problema más profundo: la crisis de confianza en las plataformas digitales, la fatiga de las noticias, las pantallas y los temas polarizantes. Quizás sea momento de volver a lo básico, de construir espacios donde el diálogo y la comunidad sean más importantes que la viralidad y el caos.
Quizás sea tiempo de “reiniciar” también la forma en la que nos relacionamos con las personas a través de las redes sociales y reducir nuestro tiempo en ellas. Reflexionar: ¿en verdad cumplen el propósito que nos prometieron? Lo mínimo básico que debería aspirar una red social hoy es a acercarnos como personas a través de nuestros intereses y humanidad común.
— Underdog