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“Cuando cerré mi vivero realmente sentí que me cortaron las alas. Pero en la vida hay etapas, y hacer las cosas con pasión siempre ha sido mi meta y mi felicidad, incluso cuando el sueño termina”. 

– Rosalba Peraza, 59, empresaria, Villahermosa, Tabasco, México

¿Cómo comenzó tu negocio de plantas?

Siempre tuve una inclinación por las plantas. Mi madre tenía “dedos verdes”, decían eso porque todo lo que ella plantaba “pegaba”, se reproducía en gran belleza y cantidad. De ella heredé su gusto y pasión. 

Mi aventura empezó con unos bonsai que me trajo mi hermano de un viaje. Me gustaron tanto que investigué de dónde provenían y me fui a buscar más en los viveros de Cuautla. Durante una cena en la casa, uno de los amigos de mi esposo se interesó mucho en ellos, al punto de proponerme en invertir en un negocio.  

¿Qué fue lo más gratificante de tener un negocio de plantas?

Sin darme cuenta ya tenía cuatro socios arquitectos y entusiastas -incluido mi esposo- con los que emprendí un negocio llamado “Arquitectura Verde” que duraría muchos años. De un día a otro me encontré con el primer vivero de flores que tenía la ciudad. Era bello y tan extraordinario estar en él. Tenía unos medios cañones para soporte de las mallas de sol, largos pasillos y gravilla donde acomodaba las plantas: un lugar especial que me llenaba de orgullo.

Una de las cosas más gratificantes de tener un negocio de plantas fue aprender cada paso de su vida, su reproducción, los cuidados que necesita cada una de las especies, así como conocer su nombre común y nombre científico. 

¿Cómo era la clientela?

Muy peculiar. Había una señora que seguido, me traía sus macetas muertas para que le cambiaran las plantas. Eran muchas y escogía las más bonitas sin importarle el precio, pero se le morían siempre. Un día se me ocurrió que le hicieran más agujeros a sus macetas y dejó de venir tan seguido porque le duraban más tiempo. 

¿Cuáles plantas se vendían mejor?

Buscaba a los mejores productores de flores y plantas, aquellos que tuvieran una buena calidad, así las compras sucesivas las hacía sin ver, solo con una relación por fax. Cada visita que les hacía era para mí un regocijo, y mi felicidad sólo era superada cuando veía que llegaba el embarque. Nos tomaba todo un día descargar las plantas y acomodarlas. 

Las plantas que más se vendían eran los Philodendron (Espatifilo) o Cuna de Moisés y los helechos. 

¿Qué fue lo más difícil de tener un vivero?

Alinearse a los horarios y encontrar personal honesto es todo un reto, a veces se robaban las plantas o vendían la tierra y se quedaban con las ventas. Pero lo más difícil fue no contar con un local propio. Mi aventura terminó cuando el propietario del inmueble me pidió el terreno. 

¿En qué año cerró el vivero?

Lo abrí en 1994 la primera vez y lo cerré en 1997. Luego de 2001 a 2012. 

¿Qué recomendación le darías a alguien que quisiera poner un negocio relacionado con plantas?

Mi recomendación sería promover un lugar con productos exclusivos (un diferenciador) y de muy buena calidad. Por ejemplo, las macetas yo prefería traerlas de Ticul, Mérida porque los productores le ponían polvo de piedra que las hacía súper resistente, no como las que se conseguían en el resto de los viveros que con la lluvia se rompían por estar mal cocidas. 

¿Cómo cambió tu vida después de haber tenido un negocio de plantas?

Cuando cerré mi vivero realmente sentí que me cortaron las alas, pero en la vida hay etapas, y hacer las cosas con pasión siempre ha sido mi meta y mi felicidad, incluso cuando el sueño termina.

Bitácora de plantas es una sección de Underdog pensada para amateurs y expertos en jardinería y cuidado de plantas para compartir recomendaciones y consejos. Puedes escribirnos a contacto@underdogmexico.com para compartir tu experiencia.